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Los cinco caballeros, apeados de sus monturas,
iniciaron su búsqueda.
El primer lugar que visitaron fue una
antigua iglesia, en la esperanza de encontrar un ermitaño que pudiera
informarles sobre el paradero del aquel ser mitológico y
desconocido. |
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Pero el ermitaño había marchado de vacaciones,
mosqueado porque el clero no le había pagado lo
que le adeudaba en
concepto de trabajos de mantenimiento.
Decidieron
internarse en una oscura
cueva, pensando que tal vez el bueno del ermitaño
estaría allí, entregado a desconocidos y placenteros
juegos con alguna
bella moza del lugar. |
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Pero el ermitaño no apareció, así que decidieron
encaminarse al castillo del señor feudal. Cuál no sería su sorpresa al
hallarlo derruido, seguramente fruto de alguna dura batalla entre las
huestes del condado de Beckam y el de Flanagan.
Pero
nuestros héroes no desesperaban. La sonrisa, como se puede ver, no
desaparecía de sus labios. |
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La leyenda dice que el mitológico Aliste se oculta bajo las
aguas del mismo nombre, y los lugareños, temerosos, han construido varios
puentes que lo cruzan.
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Dice la leyenda que, si eres capaz de cruzar el puente de
Manzanal y sus derivados sin sufrir ningún percance, es porque estás a
salvo de las iras del furibundo Aliste.
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Los puentes son variados, y muchas veces el camino más corto no
es la línea recta. Hay maizales, trigales y cabañales.
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Y más puentes. También cuentan las buenas gentes del lugar que,
si la estructura es demasiado sólida, Aliste se enfada y la
destruye.
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No lo encontraron cruzando el río y se internaron en la
selva.
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Una selva extraña, llena de follaje y follones.
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Continuaron su camino sin perder la sonrisa ni la
compostura
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Vigilantes, al acecho porque el peligro se cierne en cada
esquina, en cada bache del camino.
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Ocupándose y preocupándose de no dejar ninguno atrás. Ir en
grupo, cuando uno ha de vérselas con semejantes seres, es una garantía de
seguridad.
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Aliste les perseguía, pero ellos no se daban cuenta. Quizás no
se atrevió a atacar porque ninguno llevaba una Boomerang azul.
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Y, una vez más, tuvieron que volver al río en busca del
monstruo.
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Un poco desesperados porque no lo encontraban, el camino
finalizó y volvieron al lugar de inicio.
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Pero las cosas no han terminado. Algún día, fotografiaremos a
Aliste, el monstruo del río Aliste. No lo dudéis. |
Mientras tanto, con fotografiarnos nosotros mismos es
suficiente.
Por cierto, ¿quién sacó esta foto si los cinco están
visibles? |
